Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 21 de junio de 2012

Mi amiga ha perdido el bebé que esperaba


Mis amigos María y José han perdido un hijo. Aún no había nacido, pero ya lo amaban y lo esperaban. No quiero añadir nada a lo que ella me escribe (sé que refleja el sentimiento de los dos). Aunque les he pedido permiso para publicar su carta, he cambiado los nombres. Pido una oración por ellos y su familia.

Buenos días, Eduardo. Hoy te escribo para compartir una parte de nuestras vidas, ya que tú nos compartes tanto de la tuya. El 20 de mayo celebramos la Ascensión, a la par que la comunión del hijo de unos amigos. El jueves 25 me enteraba de que se le había parado el corazón al bebé que esperábamos y había fallecido. El viernes me intervinieron.

El Señor ha estado muy grande, pues aparte de permitirme unir en una pequeña medida mi sufrimiento al suyo en la cruz, he experimentado la ternura, el abrazo del Padre y la protección de nuestra Madre, María. Los signos del Señor para confortarnos han sido muchos.

El jueves por la tarde, cuando íbamos al hospital a una revisión, pues había tenido una pequeña pérdida (yo pensaba que tal vez era un poco exagerado ir a urgencias, pero decidí seguir los consejos de la matrona), pusimos la radio y en esos minutos hablaban de que el hijo es un don, de que no existe un derecho al hijo, pero ellos sí que tienen derecho a existir y a ser amados... Después fuimos a la eucaristía y el sacerdote comenzó la celebración diciendo "ofrecemos esta eucaristía por los difuntos de la familia xx". Como comprenderás, hay muchos xx, pero mi marido también se apellida así, por lo que vivimos la misa como ofrecida por nuestro bebé. ¡Cuánto nos ama Dios!

También me he acordado de tantas mujeres que no quieren acoger a sus hijos en su seno y del terrible infierno por el que pasan, en absoluta soledad (si ya era sensible a su dolor, hoy lo soy más). Antes de entrar al quirófano me emocioné y la ginecóloga me preguntó: “¿estás asustada o es que lo querías?” Le respondí: "claro que lo quería". Y entonces, alejándose un poco, comentó con la enfermera: “vamos a pasarla primero porque, para una que hay que lo quería..." (y andaban comentando  que ese día había muchas mujeres esperando).

Pero aún hay más. En lo profundo de mi ser, para mí ha sido como un bautismo. Dios ha sacado vida en abundancia de la muerte. De alguna manera he sentido que me limpiaba y purificaba de todos mis pecados, me daba la certeza de que todo es para bien y el deseo de anunciarle con más vigor el tiempo que me reste de vida, dándome a aquellos que me encomienda (familia, alumnos, amigos, todo aquel que encuentre en el camino... y, en fin, a todo hombre que pueda ayudar con la oración). Deseo aprovechar la vida al máximo para hacer el bien y amar.

Y ahora contamos también con un precioso intercesor, que está junto a Cristo y María. Nuestro hijo más pequeño ya ha cumplido su misión en esta tierra y ha alcanzado la meta. Yo estaba embarazada de diez semanas, pero su crecimiento solo era de seis. Breve tiempo, pero el suficiente para que haya entrado para siempre en nuestras vidas. Mis hijos, al no saber si era niño o niña, le han llamado "Ángel". Cuánto bien les ha hecho a ellos, primero con la esperanza de su llegada, y después con su partida. Ellos aprenden con nosotros que nuestra vida es de Dios, de él procede y a él volverá... Un abrazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario