Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 20 de julio de 2021

El profeta Elías. Oraciones y lecturas de la misa


El 20 de julio se celebra la fiesta del profeta Elías, cuyo nombre (en hebreo ’Èl-iYahu) significa “Yahvé es mi Dios”.


La Biblia recoge dos expresiones suyas, que se repiten como lemas de su existencia: 
- “Vive Dios, en cuya presencia estoy”.
- “Me consumo de celo por la causa del Señor, Dios de los ejércitos”. 

Desde antiguo, la Orden del Carmen vio en estas dos expresiones la mejor descripción del doble espíritu heredado de Elías (la contemplación y el apostolado).

En la cima del Monte Carmelo retó a los adoradores de los falsos dioses, mostrándoles que solo hay un Dios verdadero. Después de realizar numerosos prodigios, en la soledad del Monte Horeb descubrió la presencia de Dios en la brisa suave de la oración silenciosa. Allí, Dios se le manifestó como “el clemente y compasivo, rico en piedad y leal”.

La Biblia afirma que, terminada su misión en la tierra, fue misteriosamente raptado en un carro de fuego. El profeta Malaquías anunció que Elías debía volver para preparar la manifestación del mesías. Por eso, Jesús afirmó que san Juan Bautista “vino con el espíritu y poder de Elías”. En la transfiguración del Señor, Elías apareció como el representante de los profetas, testimoniando que toda la Escritura anuncia a Cristo.

Los primeros ermitaños del monte Carmelo lo tomaron como modelo de su vida consagrada. Por eso los carmelitas le rendimos este culto especial.

Oración colecta. Dios de nuestros padres en la fe, que concediste al profeta Elías vivir siempre en tu presencia, inflamado por el celo de tu gloria; concédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Primera lectura. Lectura del primer libro de los Reyes (19,4-15).

En aquellos días, Elías anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo:
― «¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues yo soy mejor que mis padres!».
Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo:
― «¡Levántate y come!»
Miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a recostarse. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo:
― «Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo».
Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Allí se introdujo en la cueva y pasó la noche.
El Señor le dijo:
― «Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor».
Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor. Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva. Le llegó una voz que le dijo:
― «¿Qué haces aquí, Elías?», y él respondió:
― «Ardo en celo por el Señor Dios del universo, porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza, derribado tus altares y pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para arrebatármela».
Le dijo el Señor:
― «Vuelve a tu camino en dirección al desierto de Damasco».

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (Sal 15)
V/.  Tengo siempre presente al Señor.
R/.  Tengo siempre presente al Señor.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: Tú eres mi bien. R/.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano;
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad. R/.

Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas
y mi carne descansa serena. R/.

Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.

Segunda lectura. Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (l,8-12).

Queridos hermanos: No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.
Sobre esta salvación estuvieron explorando e indagando los profetas que profetizaron sobre la gracia destinada a vosotros tratando de averiguar a quién y a qué momento apuntaba el Espíritu de Cristo que había en ellos cuando atestiguaba por anticipado la pasión del Mesías y su consiguiente glorificación.
Y se les reveló que no era en beneficio propio, sino en el vuestro por lo que administraban estas cosas que ahora os anuncian quienes os proclaman el Evangelio con la fuerza del Espíritu Santo enviado desde el cielo. Son cosas que los mismos ángeles desean contemplar.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Evangelio. Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,28-36).

En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
― «Maestro, ¡qué hermoso es que estemos aquí!». Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía:
― «Este es mi Hijo, el elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración de los fieles. Oremos al Dios vivo y verdadero, que escogió al profeta Elías como su testigo ante Israel y pidámosle por nosotros y por el mundo entero.

Para que Dios, que aceptó el holocausto de Elías sobre el Monte Carmelo, acepte nuestras ofrendas y las transforme en sacramento de salvación, roguemos al Señor.

Para que Dios, que envió la lluvia sobre Israel en respuesta a la oración del profeta Elías en la cima del Monte Carmelo, conceda buen tiempo a las cosechas, roguemos al Señor.

Para que Dios, que hizo del profeta Elías defensor de la justicia, nos dé un corazón solidario y misericordioso, roguemos al Señor.

Para que Dios, que arrebató al profeta Elías en un torbellino de fuego, acoja en su reino a nuestros difuntos, roguemos al Señor.

Escucha, Padre, la oración de tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración sobre las ofrendas. Padre celestial, mira con bondad los dones de tu Iglesia en oración y acepta complacido nuestra ofrenda como aceptaste el sacrificio del profeta Elías al manifestar maravillosamente tu presencia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Prefacio. 
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantemos hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Padre Santo, por Jesucristo nuestro Señor. 

Tú has querido elegir y suscitar profetas que enseñasen a Israel, tu pueblo, a confesarte como el Dios vivo y verdadero y lo fuesen llevando con la esperanza de salvación. Entre ellos, honraste con tu amistad divina al profeta Elías para ser defensor de tu gloria y heraldo de tu omnipotencia y de tu amor. Tú premiaste su deseo de caminar siempre en tu presencia al elegirlo testigo de la transfiguración, dándole el gozo cumplido de contemplar la faz resplandeciente del rostro de Cristo. 

Por eso, como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

Oración después de la comunión. Padre celestial, nos has fortalecido con el alimento celestial del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo; que él nos ayude a caminar en fe hasta que, como el profeta Elías, podamos gozar de tu presencia en el monte santo de la gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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