Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 12 de julio de 2013

Santos Luis y Celia, padres de santa Teresita (12 de julio)


Hoy se celebra la memoria de los santos esposos Luis Martin y Celia Guerin, padres de santa Teresa de Lisieux. En el icono se los representa con las cinco hijas que de adultas se consagraron a Dios y con los cuatro niños que murieron durante la infancia. Les presento el texto que recoge el oficio de lecturas, tomado de las cartas de Celia:

Estoy, mi querido amigo, con una gran preocupación acerca de ti. Mi esposo me hace, todos los días, tristes profecías. Él conoce París, y me dice que vas a ser objeto de tentaciones que no vas a poder resistir, porque no tienes suficiente piedad. Me cuenta lo que él mismo ha probado, y lo que le ha faltado de valor para ganar todas esas batallas. Si supieras por las pruebas que pasó... Yo te conjuro, mi querido Isidro, hacer como él: ora, y no te dejarás arrastrar por la corriente. Si sucumbes una vez, estás perdido. Solo cuesta el primer paso en este camino del mal como del bien, después te dejarás llevar por la corriente.

Cuando cerraba los ojos de mis queridos niños y que yo he enterrado, ciertamente sentía el dolor, pero siempre era con resignación. No me arrepiento de las penas y preocupaciones que había sufrido por ellos. Muchos me decían: «Hubiera sido mucho mejor no haberlos tenido jamás». No podía soportar este modo de hablar. No podía imaginar que las penas y las preocupaciones pudieran ponerse en contrapeso con la eterna felicidad de mis hijos. Además, no se han perdido para siempre, la vida es corta y llena de miserias, los encon­traremos allá arriba.

La pequeña Teresa siempre va bien, tiene una salud estupenda; es muy inteligente y tiene conversacio­nes muy graciosas. Ya sabe rezar a Dios. Todos los domingos va a una parte de las vísperas y si, por un contratiempo, no se la llevara, lloraría sin consuelo.

Mi hermana me ha hablado mucho de tus asuntos... Le he dicho que no se líe la cabeza por todo esto, que solo hay una cosa que hacer: orar a Dios, porque ni ella ni yo podíamos ayudarte de otra manera. Pero él, que no está avergonzado, nos sacará de allá, cuando se percate que hemos sufrido lo suficiente y, a continuación, reconocerás que no se debe a tus capacidades, ni a tu inteligencia el que hayas tenido éxito, sino solo a Dios, como yo, con mi punto de Alençon; esta convicción es muy saludable, yo lo he experimentado por mí misma. Sabes que todos estamos inclinados al orgullo y observo a menudo que los que han hecho su fortuna, son, la mayoría de las veces, de una suficiencia insoporta­ble. No estoy diciendo que yo habría llegado allá, ni tú tampoco, pero nos habríamos visto más o menos afecta­dos por este orgullo; entonces, es cierto que la prosperi­dad constante aleja de Dios. Nunca ha conducido a sus elegidos por ese camino, más bien han pasado antes por el crisol del sufrimiento, para purificarse. Me vas a decir que estoy predicando; sin embargo, no es esta mi intención; pienso muy a menudo en estas cosas y te las digo; ¡ahora llama a esto sermón si quieres!

Tengo que ir, queridas hijas, a las vísperas, para orar por nuestros queridos familiares difuntos. Llegará un día cuando seréis vosotras las que recéis por mí, pero tengo que asegurarme para no tener demasiada necesidad de vuestras oraciones. Quiero ser una santa, no será fácil, hay que trabajarlo y la madera es dura como una piedra. Hubiera sido mejor hacerlo antes, cuando era menos difícil, pero en fin “más vale tarde que nunca”.

Es hoy miércoles la Inmaculada Concepción; ¡es una gran fiesta para mí! En este día, la Santa Virgen me ha concedido gracias muy especiales... Este año iré a visitar a la Santa Virgen muy de mañana... Solo le pediré que las que ella me ha concedido sean todas santas, y que yo las siga de cerca, pero hace falta que ellas sean mucho mejor que yo.

El Dr. Notta encuentra muy lamentable que desde el principio, no hicimos la operación, pero ahora ya es demasiado tarde. Sin embargo, parece decir que puedo continuar así por mucho tiempo. Por lo tanto, pongámonos en las manos de Dios. Él sabe mejor que nosotros lo que necesitamos: Es él quien hizo la herida y la venda. Voy a ir a Lourdes, en la primera peregrinación, y espero que la Virgen me curará, si es necesario. Mientras tanto, vivamos con tranquilidad.

Voy a asistir a la primera misa aquí, antes de salir, y llegaré a las nueve a Le Mans, todavía a tiempo para asistir a la misa solemne, después de la cual iré a buscar... Al principio, tu padre no consentía que os llevase a las tres juntas, pero ahora él lo desea, diciendo que uno no puede hacer demasiados sacrificios para obtener un milagro tan grande. Y aunque no lo consiga, nunca me arrepentiré de haberos llevado allí. Tenemos que poner­nos en la disposición de aceptar generosamente la voluntad de Dios, cualquiera que ella sea, ya que esto será siempre lo mejor que puede tener para nosotros.

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