Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 14 de mayo de 2014

Canten al Señor un cántico nuevo (y 2)


Ayer hablamos de la invitación que nos hace la Biblia a cantar un canto nuevo. Pero, ¿cómo debemos entonar este cántico nuevo? ¿Está reservado sólo a los que tienen buena voz? 

La respuesta nos la da San Pablo: «Orad con himnos, salmos y cánticos inspirados; cantad y tocad para el Señor con todo el corazón» (Ef 5,19). Hemos de poner todo nuestro corazón en el canto para que se convierta en oración. 

La música es importante, e igualmente que se interprete bien, pero lo esencial es que nuestro canto sea oración. San Agustín dice que el que canta ora dos veces, a condición de que cante bien. Y se pregunta: ¿Qué queremos decir con «cantar bien»?, para responder: «Que vuestra mente y vuestro corazón concuerden con lo que dicen vuestros labios». 

En otro lugar identifica el cantar bien con hacerlo alegremente, volcando en la música el gozo que nos provoca el amor de Dios. Expresando con el canto los sentimientos del corazón. Dice así:

«Dios mismo te sugiere cómo has de cantarle: no te preocupes por las palabras, como si estas fuesen capaces de expresar lo que deleita a Dios. Canta con júbilo. Este es el canto que agrada a Dios, el que se hace con júbilo. ¿Qué quiere decir cantar con júbilo? Darse cuenta de que no podemos expresar con palabras lo que siente el corazón. El júbilo es un sonido que indica la incapacidad de expresar lo que siente el corazón. Y este modo de cantar es el más adecuado cuando se trata del Dios inefable. Porque, si es inefable, no puede ser traducido en palabras. Y, si no puedes traducirlo en palabras y, por otra parte, no te es lícito callar, lo único que puedes hacer es cantar con júbilo. De este modo, el corazón se alegra sin palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por unos vocablos. Cantadle con maestría y con júbilo».

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