Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 26 de junio de 2015

las mujeres silenciadas


Clara Janés (1940-), recientemente elegida miembro de la Real Academia de la Lengua Española (la décima mujer en 300 años), ha publicado numerosos libros de poemas, ensayos, estudios literarios y traducciones. En 2015 ha publicado dos libros. Uno dedicado a la poesía y al pensamiento de santa Teresa de Jesús y otro a las expresiones del talento femenino en la historia, con el significativo título "Guardar la casa y cerrar la boca", tomado de un texto de fray Luis de León, que dice: “Porque así como la naturaleza […] hizo a las mujeres para que, encerradas, guardasen la casa, así las obligó a que cerrasen la boca”.

En dicha obra habla de muchas mujeres que, a lo largo del tiempo, lejos de cerrar la boca, se han atrevido a abrirla, a escribir, a guerrear, a inventar.

Allí habla de que el primer escritor del que se tiene registro era una mujer: la sacerdotisa acadia Enheduanna. También habla de trovadoras e incluso de mujeres soldado que participaron en las cruzadas.

Lo más curioso es que hace ver una paradoja de la historia: las que parecían libres, eran las más esclavas (las casadas y, especialmente las reinas y princesas), mientras que las encerradas eran las más libres (especialmente las monjas, que tenían libertad de formarse, escribir y decidir por sí mismas).

En una interesante entrevista con motivo de la publicación del libro habla de varias carmelitas descalzas: santa Teresa de Jesús, Ana de Jesús (compañera y discípula suya) y santa Edith Stein. 

Independientemente de sus opiniones personales (algunas discutibles), no hay duda de que acierta al hablar de lo silenciadas que han sido las mujeres en la historia y de la importancia que algunas grandes mujeres han tenido en el proceso de comprensión de la igualdad radical de todo ser humano, independientemente de su sexo. Tomo algunos párrafos de la entrevista citada (que se puede ver íntegra aquí):

El título, Guardar la casa y cerrar la boca, responde a unos versos de Fray Luis de León que, desde la perspectiva actual, no sale precisamente muy bien parado.

– Bueno, aquí se da una curiosa paradoja. La frase, efectivamente, nos retrata a Fray Luis como un machista absoluto, pero a su favor hay que decir que entregó su obra más conflictiva, la traducción del Cantar de los cantares, a una mujer, Sor Ana de Jesús, una discípula de Santa Teresa. Se trata de otro personaje que habría que trabajar mucho más a fondo. Perseguida por la Inquisición, fue también la destinataria del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz. Ella fue la encargada de sacar de España los textos de ambos; se los llevó primero a Francia y luego a Bélgica, donde fueron publicados. Es muy interesante comprobar como estos dos hombres confiaron plenamente en una mujer. La frase de Fray Luis, en mi opinión, responde a lo establecido en aquel momento. Expresó lo que se decía entonces, el sentir y las imposiciones de la sociedad. Pero, véte a saber, lo que él creía en el fondo. Aquella era una época en la que la Inquisición actuaba muy fieramente. A la misma Santa Teresa la hicieron quemar sus escritos. El libro de la vida le fue requisado, pero las Meditaciones sobre los Cantares, que para mí es su libro más interesante, se lo obligaron a echar a las llamas.

Afortunadamente, se salvó de la quema y ha llegado hasta nuestros días.

– Sí. Como había copias en varios monasterios, pudieron pervivir. Las Meditaciones fueron escritas, curiosamente, pocos años después de que Fray Luis hiciera su traducción del hebreo, que estaba muy mal vista porque lo correcto era atenerse a la versión latina de la Vulgata. Él, que sabía hebreo, consideraba que era necesario alejarse de las interpretaciones alegóricas y seguir más fielmente, de manera literal, el original, y la verdad es que no me extraña que lo encarcelaran porque su traducción, que resalta el carácter erótico del texto, resulta escandalosa. Eso debió correr por los conventos y le llegó a Santa Teresa, que se quedó pasmada. No podía entender que Dios le pidiese cosas como “béseme con los besos de su boca…” y, a lo largo de todo el libro de las Meditaciones, lo que hace es sorprenderse ante todas esas alusiones eróticas. Hay que partir del hecho de que El cantar de los cantares no era un libro religioso sino un epitalamio. Ya en el siglo I los mismos judíos lo consideraron escandaloso y lo elevaron a lo divino, pero no responde a ese sentido.

¿Qué nos tiene que contar Santa Teresa de Jesús ahora que celebramos su V Centenario?

– Mucho. Santa Teresa es increíble, porque era muy inteligente, muy sensible, muy apasionada. El hecho mismo de que ya desde niña quisiese ir con su hermano a ser sacrificada, a morir por Dios en manos de los moros, resulta alucinante. De salud siempre delicada, tras ingresar en El Carmelo hizo tantas penitencias que cayó enferma. Estuvo tres años paralizada, sin poder andar, y esos tres años fueron fundamentales, porque con todo lo que leyó y con todo lo que debió pasar por su mente, hizo el siguiente ejercicio de equilibrio: puso la lógica y la inteligencia al lado de la pasión y ahí empezó otra vida. Para mí ella era tan inteligente que, para cumplir su deseo de comunicar todo lo que había experimentado, hizo que los sacerdotes la obligaran a escribir. Se puso a la tarea y lo primero de lo que se ocupó fue de las virtudes de las monjas dentro del convento, virtudes, que, de hecho, aparte de los complicados temas de la oración, son aconsejables siempre, para cualquier persona. Santa Teresa pone palabras a su experiencia mística, tan difícil de entender, y a la que ella va llegando poco a poco, hasta explicar de un modo impresionante en Las moradas, de qué manera llega al momento de la unión. “Si sucede esto, tendréis deseos de morir. Cuidado. Hay que seguir vivos”, les advierte, más o menos así, a las hermanas, explicando magistralmente el camino. Y es aquí, en la mezcla del sentido práctico en la vida y de la emoción, una emoción fortísima, a la que no hay que negarse, es donde encontramos un aprendizaje que vale para todo el mundo, porque no es sólo la mística la que puede alcanzar esta emoción ante la que no se quiere sobrevivir. En la pequeña antología que he hecho para Alianza Editorial he intentado resumir los puntos más importantes de la obra de la religiosa, atendiendo, sobre todo, a este equilibrio entre la cuestión práctica y la emocional, muy consciente en todo momento de la complejidad de su lectura. [...]

Sobre María Zambrano publicaste un libro, Desde la sombra llameante…

– Sí. Con el tiempo he acabado dedicándoles un libro a cada una de ellas. El que hice sobre Rosa, que acaba con la última vez que se vieron ellas dos a través de mí, se publicó en la Universidad Veracruzana y en España se conoce muy poco. Hay otra mujer interesantísima que creo que merece la pena ser destacada porque tiene mucho que ver con todo lo que hemos hablado. Se trata de Edith Stein –la patrona de Europa–, quien sufrió una injusticia salvaje por acontecer en la clase cultural alta –¡en Occidente y en pleno siglo XX!–. Ella era la alumna más brillante de Husserl, quien le dio cum laude en su tesis y la tomó como ayudante. Sin embargo, a pesar de ser autora de unos libros importantísimos de filosofía, le impidió obtener la cátedra. Un caso de machismo puro. Judía convertida, acabó gaseada en Auschwitz. Hay un libro increíble sobre ella, justamente del último discípulo amado de María Zambrano, Jesús Moreno Sanz. Su título es Edith Stein en compañía y, desde luego, la compañía es inmensa: Hannah Arendt, Simone Weil y, por supuesto, Zambrano.

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