Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 1 de noviembre de 2015

Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar...


En la fiesta de todos los Santos se proclama un mensaje de esperanza tomado del Apocalipsis: «Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblos y lenguas». Hoy celebramos, en una única fiesta, a todos los redimidos: los Santos canonizados y famosos y los Santos anónimos. La salvación de Jesucristo es para todos y son muchos los que le han servido con amor a lo largo de los siglos: hombres y mujeres, ancianos y niños.

Mañana celebraremos la conmemoración de todos los difuntos, pidiendo a Dios que tenga misericordia de los que no vivieron en plenitud su vida, que los purifique y también los acoja en la asamblea de los Santos.

Que todos los que ya han alcanzado la meta de su caminar y gozan de la vida de Dios en el cielo intercedan por nuestros difuntos y por nosotros, para que todos podamos encontrarnos un día en la nueva Jerusalén, donde Dios mismos «enjugará las lágrimas de nuestros ojos, y ya no habrá muerte ni luto ni llanto ni dolor» (Ap 21,4).

Usando este himno de la liturgia, oremos en este día a todos los Santos para que intercedan por nosotros.

Peregrinos del reino celeste,
hoy, con nuestras plegarias y cantos,
invocamos a todos los santos,
revestidos de cándida veste.

Estos son los que a Cristo siguieron,
y por Cristo la vida entregaron,
en su sangre de Dios se lavaron,
testimonio de amigos le dieron.

Solo a Dios en la tierra buscaron,
y de todos hermanos se hicieron.
Porque a todos sus brazos se abrieron,
estos son los que a Dios encontraron.

Desde el cielo, nos llega cercana
su presencia y su luz guiadora:
nos invitan, nos llaman ahora,
compañeros seremos mañana.

Animosos, sigamos sus huellas,
nuestro barro será transformado
hasta verse con Cristo elevado
junto a Dios en su cielo de estrellas.

Gloria a Dios, que ilumina este día:
gloria al Padre, que quiso crearnos,
gloria al Hijo, que vino a salvarnos,
y al Espíritu que él nos envía. Amén.

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