Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 15 de octubre de 2022

Segundas vísperas de la solemnidad de santa Teresa de Jesús


En la fiesta de santa Teresa de Jesús, pido al Señor que nos ayude a seguir las huellas de esta gran mujer, que en su época supo renovar el Carmelo, la vida religiosa y la manera de vivir el cristianismo, centrándose en lo esencial. Les propongo el texto de las segundas vísperas de su fiesta.

HIMNO

Soberano Esposo mío,
ya voy, dejadme llegar;
no me deis, Señor, desvío,
para que entre en vuestro mar
este pequeñuelo río.

Si vos los brazos me dais,
yo os doy el alma en despojos,
y pues ya me la sacáis,
volved, mi Cristo, los ojos
a quien el alma lleváis.

Pues el corazón os di,
denme esas llagas consuelo;
entre el alma por ahí,
pues son las puertas del cielo,
que se abrieron para mí.

De esta postrer despedida
yo no temo el dolor fuerte,
si con vos, mi Cristo, asida
a la hora de la muerte
tenga en mis manos la vida.

Si en las manos tengo a vos
con regalos soberanos,
ya estamos juntos los dos,
pues que Dios está en mis manos,
y yo en las manos de Dios. Amén.

SALMODIA

Antífona l. El Señor me enseñó la ciudad santa, envuelta en la gloria de Dios y resplandeciente como piedra preciosa.

Salmo 121

Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor.

Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, 
como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1. El Señor me enseñó la ciudad santa, envuelta en la gloria de Dios y resplandeciente como piedra preciosa.

Antífona 2. Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos.

Salmo 126

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en manos de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, 
como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2. Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos.

Antífona 3. Completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia.

Cántico Col 1, 12-20

Damos gracias a Dios Padre,
que os ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino del Hijo de su Amor,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen del Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque en él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres,
visibles e invisibles.

Tronos, Dominaciones,
Principados y Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo,
y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.

Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él y para él
quiso reconciliar consigo todas las cosas:
las del cielo y las de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, 
como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3. Completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia.

LECTURA BREVE (Jds 20-21. 24-25)

Vosotros, queridos míos, basándoos en vuestra santísima fe y orando movidos por el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna. Al que puede preservaros de tropiezos y presentaros intachables y exultantes ante su gloria, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, sea la gloria y majestad, el poder y la soberanía desde siempre, ahora y por todos los siglos. Amén.

RESPONSORIO BREVE

V/. Vosotros sois * Templo de Dios vivo. 
R/. Vosotros sois * Templo de Dios vivo.
V/. Y el Espíritu de Dios habita en vosotros.
R/. Templo de Dios vivo. 
V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Vosotros sois * Templo de Dios vivo.

MAGNÍFICAT

Antífona. No perdáis la calma. En la casa de mi Padre hay muchas moradas, y me voy a prepararos sitio.

O bien: Santa Madre Teresa, mira desde el cielo a esta tu familia y cuida de ella con amor; corona la obra que un día emprendiste en la tierra.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, que amó a su Iglesia y se entregó por ella para consagrarla. Pidámosle que su Esposa sea siempre santa e inmaculada, y digámosle confiadamente:
― Señor, protege a tu Iglesia.

Tú, que eres la cabeza de la Iglesia,
― haz que tus fieles, unidos a ti por la fe y el amor, se sientan miembros de tu cuerpo.

Tú, que has establecido la Iglesia sobre el ministerio de Pedro y de los apóstoles,
― por intercesión de santa Teresa de Jesús, nuestra Madre, bendice al papa N. y a todos los obispos de la Iglesia universal.

Tú, que has elegido con inmenso amor a los sacerdotes, para que sean luz de tu Iglesia y alimenten a tu pueblo con los sacramentos,
― haz que tus ministros sagrados brillen, conforme a los deseos de Teresa, por su santidad y sabiduría.

Tú, que has suscitado en la Iglesia la familia del Carmelo Teresiano para perpetuar el carisma de su fundadora,
― concede a todos los carmelitas la gracia de ser herederos del espíritu de oración y del celo apostólico de su Madre.

Tú, que anhelas que todos cuantos creen en ti lleguen a la unidad perfecta,
― infunde en los cristianos el espíritu ecuménico, para que sean uno, como tú lo pediste al Padre.

Tú, que has muerto por nuestros pecados y has resucitado para nuestra justificación,
― otorga a nuestros hermanos difuntos que esperan la revelación de tu gloria, el gozo de la Pascua eterna en la comunión de los santos.

Digamos juntos la oración de los cristianos. Padre nuestro...

ORACIÓN

Padre celestial, que por medio de tu Santo Espíritu has suscitado a santa Teresa de Jesús (nuestra Madre) para enseñar a tu Iglesia el camino de la perfección; concédenos alimentarnos siempre con su celestial doctrina, para que crezca en nosotros el deseo de la verdadera santidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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