Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 27 de octubre de 2016

Soñando el futuro del Carmelo descalzo seglar


María Daniela Biló es una simpática carmelita seglar natural de Argentina, que actualmente vive en Salamanca (España) y ha preparado el siguiente artículo para el boletín mensual que prepara la familia carmelitana de Badalona. Pueden consultar el de este mes, del que tomo la colaboración de Daniela, en este enlace.

Desde que el Verbo se hizo carne sabemos que no existe ninguna verdad revelada que no pueda y no deba encarnarse en una acción o en un ‘camino’, de manera que la encarnación de Cristo es el criterio de toda verdad real, y en el caminar en la verdad se pone de manifiesto la real posesión de la verdad misma. 

Es la unidad del saber y del obrar, de teoría y práctica, de vida y doctrina que nos transmite el Evangelio y que encontramos en los Santos de todos los tiempos. ‘Personalidades totales’ que enseñaban lo que vivían y vivían lo que enseñaban. Perceptibilidad histórica de su testimonio que fue el fundamento de su credibilidad.

Este es el ‘testamento’ que nos han legado nuestros místicos, una encarnación real del evangelio, unidad de vida y doctrina que descubrimos como vocación: el Carmelo teresiano-sanjuanista.

Si tal debe ser nuestro compromiso frente al misterio de Dios revelado, podemos decir comparativamente, sin temor a equivocarnos, que no hay ningún aspecto y palabra ‘de ayer’ de nuestros Santos que no podamos y debamos encarnar hoy con ‘fidelidad creativa’.

¿Qué espera Dios, el mundo, la Iglesia, la Orden, del Carmelo Seglar? Se agolpan en mi mente y en mi corazón anhelos, sueños y proyectos…

Hay en nuestra historia y en nuestro presente una riqueza que queremos conservar, hay carencias que queremos compensar, pobrezas e inercias que queremos transformar. “Ahora comenzamos, y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor” (F 29,32), como “cimientos de los que están por venir” (Ib., 4,6), como piedras tales que sobre ellas “se torne a levantar el edificio”, si fuere menester (Ib., 7). 

¿Cómo no preguntarse qué hubiera hecho Teresa de Jesús en nuestro tiempo y situación? ¿Cómo hubiera respondido a la Iglesia y al mundo, cómo hubiera ideado la vida de sus comunidades? ¿Tienen vigencia hoy sus sueños de ayer? ¿Siguen teniendo ‘fuerza performativa’ sus deseos sobre nuestra vida? 

O dicho de otra forma, ¿el decir de su desear nos sigue conmoviendo y moviendo a ‘las obras que quiere el Señor’? ¿Somos lo suficientemente receptivos como para que, al dialogar con ella en la lectura y la oración, sus sueños (acta de nacimiento de nuestra vocación) sean ahora los nuestros, recrecidos y enriquecidos por cuatro siglos y medio de vida y comunión?

“Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el ser servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo; y que siendo tales cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes no tendrían fuerza mis faltas, y podría yo contentar en algo al Señor, y que todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen…” (CV 1,2).

Teresa se atreve a soñar, a desear ‘a lo grande’. Sus deseos se convierten en determinación. La determinación en seguimiento evangélico. El seguimiento evangélico en nuevas comunidades en torno al Maestro, asentadas en la amistad y en el ejercicio de virtudes. Las virtudes en cimiento de la oración, la convivencia fraterna y la misión.

Ese breve párrafo, que leemos siempre contextualizado en el siglo XVI, es el anhelo que nos sigue dando a luz a todos: monjas, frailes y seglares sin distinción. 

Encarnado en el siglo XXI, nos convoca cada día al seguimiento de Jesús y a la vida evangélica. A formar pequeñas comunidades cristianas, contemplativas y misioneras, donde la diversidad es escuela de vida, ejercicio de caridad, ascesis y servicio, creatividad y fecundidad.

Comunidades donde la amistad, vivida ‘a lo teresiano’, nos ayude a crecer y madurar. A andar en verdad, a “desengañarnos unos a otros” diciéndonos “en lo que podríamos enmendarnos y contentar más a Dios; que no hay quien tan bien se conozca a sí como conocen los que nos miran, si es con amor y cuidado de aprovecharnos” (V 16,7). 

Comunidades que saben gestionar con seriedad la formación integral de sus miembros. Que no buscan solamente una capacitación doctrinal sino, sobre todo, vivir en “estado de transformación” permanente (LB, pról., 3). Buscadores del Dios vivo, siempre en camino hacia “la divina unión y transformación y amor en Dios” (LB 1,19).

Carmelitas seglares con experiencia y palabra para dar razón de su fe, para comunicar, para interpretar, para enriquecer la reflexión y la vivencia del carisma, para proyectar la misión con monjas y frailes, en igualdad de condiciones.

Vivencia de la comunión, respetuosa de cada plasmación carismática, pero que sabe trascender las diferencias para unir fuerzas en una experiencia y proyecto común.

Hoy psicólogos y coaches educan y entrenan para soñar con lo que quieres, ponerle fecha de caducidad a tus sueños y trabajar por conseguirlo.

Nos hablan de salir de la zona de confort, de lo conocido y manejable, pasar a la zona de aprendizaje, trascender la zona de pánico (de no-experiencia) y alcanzar la zona mágica, la de las cosas maravillosas y los grandes retos que, superados, extienden y enriquecen aquello que hemos adquirido y manejamos con comodidad como ‘propio’. Nos dicen que hay que trabajar los miedos, potenciar los sueños, y atreverse a conseguirlos. 

‘Terapeutas de la felicidad’ que, desde los recursos humanos, movilizan la zona más fecunda y creativa que todos llevamos dentro.

¡Cuánto más el Carmelo, formado en la escuela de nuestros místicos, cuenta con recursos humanos y espirituales, doctrinales y teologales para vencer el miedo y la comodidad, la inexperiencia y la limitación, y dar a luz el sueño de un Carmelo Seglar renacido y fecundo! 

En el decir teresiano, esta manera de soñar y determinarse se identifica con los deseos de las ánimas animosas, de las que Dios es tan amigo y favorecedor

Tal vez sea este el aspecto por donde podríamos comenzar: tener deseos grandes, deseos de apropiarnos de cada letra del carisma, de encarnarlo, de contagiarlo con determinación.

Deseo de proyectar y realizar, porque ‘obras son amores y no buenas razones’.

Deseos fuertes que, acrisolados y macerados por la confrontación comunitaria y la oración, engendren un Carmelo Seglar renovado, a la altura de los tiempos y de su propia vocación.

Buscadores de la intimidad con Dios, deseamos transmitir una experiencia que transforma constantemente nuestra vida, queremos dar razón de ella ‘para que el mundo crea’. 

Este es nuestro llamamiento, esta nuestra vocación, aquí nuestros deseos, aquí nuestras lágrimas y esfuerzos, aquí nuestras obras y nuestra misión. “Mas dalo tú, Padre de misericordias, porque sin ti no se hará nada, Señor” (Dichos de Luz y Amor, pról.).

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