Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 24 de diciembre de 2021

Belén, el lugar de la Natividad


Las primeras manifestaciones de culto cristiano al misterio de la Natividad surgieron en el mismo lugar donde la sitúan los evangelios: en Belén, que entonces era un pueblecillo y en nuestros días es una ciudad que cuenta con unos 30.000 habitantes, a 9 kilómetros de Jerusalén, aunque hoy separadas por un gran muro que divide la ciudad judía y la palestina.

Según la profecía de Miqueas, recogida por san Mateo, el mesías debía nacer en Belén, la ciudad de David (cf. Miq 5,1; Mt 2,6).

Los evangelios no entran en detalles, aunque san Lucas especifica que María «acostó a su hijo en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2,7).

Desde antiguo, los cristianos de Belén acudían a rezar a una gruta en la que recogían sus rebaños los pastores, en la que reconocían el lugar donde nació Jesús.

Con la intención de acabar con el culto cristiano, el emperador Adriano, el año 135, ordenó plantar encima un bosque sagrado en honor de Adonis.

Pero los creyentes locales nunca perdieron memoria del lugar. San Justino, a mediados del s. II, confirma la tradición. Otros testimonios indican que vecinos y forasteros lo visitaban.

Orígenes escribe el año 248 que «en Belén se muestra la cueva en la que nació Jesús y, en esta cueva, el pesebre en el que fue depositado». Desde antiguo, se tuvieron allí celebraciones en honor del nacimiento de Cristo.

A partir de la paz constantiniana (año 313), la numerosa afluencia de peregrinos a Tierra Santa influyó en la extensión de las fiestas que conmemoraban algún aspecto de la vida del Señor. Al regreso a sus lugares de origen, las fueron instituyendo, a imitación de las que habían visto.

Tal como narra Eusebio de Cesarea, contemporáneo de los acontecimientos, el año 326, santa Elena hizo construir una preciosa basílica, colocando el altar sobre la gruta y conservando un acceso a la misma. Después de numerosas reformas a lo largo de los siglos, así se conserva en nuestros días:


Debajo del altar de los griegos ortodoxos hay una estrella de plata con una inscripción el latín, que dice: «Hic de Virgine Maria Iesus Christus natus est» (Aquí nació Jesucristo de la Virgen María). Pueden verla en esta foto:


A su alrededor hay varias grutas más, con altares que conmemoran a san José, a los pastores, a san Jerónimo y a otros personajes relacionados con el lugar. Esta es una de ellas:


La iglesia fue severamente dañada por los samaritanos el año 529. Poco después, el año 531 el emperador Justiniano la sustituyó por otra de mayores dimensiones, que es la que se conserva. Es esta foto del interior se aprecian las columnas que separan las cinco naves:


En la Edad Media, los cruzados la usaron para las ceremonias de coronación de sus reyes y, 
entre 1165 y 1169, la adornaron con mosaicos y frescos, de los que algunos aún perduran, como los que se aprecian en esta fotografía, recientemente restaurados:


El pavimento actual es del siglo VI, un metro por debajo de él se pueden observar los mosaicos de la antigua basílica del siglo IV, como estos:


El abigarrado iconostasio ortodoxo que cubre el ábside y altar mayor de la basílica es del siglo XVIII:


Todo el santuario está lleno de las típicas lámparas ortodoxas, con bolas de cristal y huevos de avestruz colgando de ellas, tal como pueden ver en esta foto:


Tal como se ve en esta fotografía, en la fachada se pueden observar: el dintel de la gran puerta primitiva, el arco gótico que la sustituyó en época cruzada y la pequeña puerta que se adaptó en siglos posteriores, para que los turcos no pudieran entrar a caballo:


Esta puerta se ha convertido en el símbolo de la necesaria humildad para poder penetrar en el misterio de la encarnación. Miguel de Unamuno tiene una preciosa poesía que se puede aplicar a la puerta de la basílica de Belén, que dice:

Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad,
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.

Mi amiga Gladys, de Panamá, entrando por dicha puerta:


La literatura cristiana ha desarrollado el simbolismo del pesebre, para subrayar la pobreza voluntariamente asumida por Cristo.

Alrededor de la basílica hay varios monasterios y capillas de los griegos ortodoxos, los armenios y los franciscanos católicos, principalmente. Esta es la capilla católica de santa Catalina, que es también la parroquia para los católicos de Belén, regentada por los franciscanos, que están allí desde 1347:


Mi amiga Lily, de la República Dominicana, venerando la imagen del Niño Jesús a los pies del altar:


Este es el claustro medieval, situado a los pies de la iglesia de santa Catalina, a la izquierda de la basílica de la Natividad:

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