Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 25 de agosto de 2021

Mariam, una santa palestina. Santa María de Jesús Crucificado


La editorial Monte Carmelo publicó en 2017 el libro "Mariam, una santa palestina. Vida de María de Jesús Crucificado, ocd".

Se trata de la traducción de la primera biografía que se escribió sobre esta santa palestina, poco después de su fallecimiento, por el que fue su confesor en Belén, con prólogo del que fue su confesor en Bangalore.

Tienen la información de la editorial, con una pequeña reseña y la posibilidad de comprarlo, en este enlace.

Yo me encargué del prólogo a la edición española, que les comparto a continuación:


Santa María de Jesús Crucificado (1846 - 1878) fue una carmelita descalza palestina, cuya vida es un prodigio de Dios, en total sintonía con las antiguas historias bíblicas, aunque resulte extraña para nuestras categorías occidentales contemporáneas. También es conocida como «la arabita» y con su nombre de seglar: Mariam Baouardi.

Hemos de tener en cuenta que María en hebreo es «Miriam» y en árabe es «Mariam», aunque los libaneses del sur y los palestinos de Galilea pronuncian «Miriam», por lo que ella fue llamada indiferentemente de las dos maneras y los dos nombres aparecen en los textos que hablan de ella.

Lo mismo sucede con el apellido paterno (que en origen solo era un apodo que indicaba la ocupación de sus portadores, ya que significa «hombre de baraud», que trabaja con la pólvora). La transcripción francesa es «Baouardi», mientras que la inglesa es «Bawardy». Ambas pueden encontrarse en los escritos sobre nuestra pequeña palestina.

A pesar de sus extraordinarias experiencias místicas, Mariam es una mujer cercana al mundo contemporáneo y son muchos los que se identifican con su espiritualidad de la vida cotidiana.  Ella comentaba: «No son las grandes cosas las que hacen merecer el cielo. […] Lo esencial es aceptar todo lo que el Señor nos envíe, con amor y con entera conformidad a su voluntad». Este era su proyecto de vida: aceptar con paz todos los acontecimientos de la vida, sin hacerse proyectos, sino viviendo cada momento en presencia del Señor, como si fuera el único que tenía para amarle.

Mariam se sabía pequeña y se gozaba de serlo. De sí misma decía que era una «pequeña nada». Estaba convencida de que su única grandeza consistía en que Dios pone su mirada en los pequeños y los trata con misericordia. Ella se sabía mirada por Dios y herida de su amor, precisamente porque era débil e ignorante.

Aunque tenía muchas experiencias extraordinarias, era consciente de que no dependían de ella, por lo que no las daba importancia. Pero ella sabía que vivir con intensidad cada momento y encontrar a Dios en la vida ordinaria sí que depende de cada uno, por lo que es en eso en lo que insistía a sus hermanas, a las que decía: «La santidad no consiste solo en rezar, ni en tener visiones o revelaciones, ni en la ciencia del bien hablar, ni en llevar cilicios y hacer penitencias. La santidad consiste en crecer en la humildad. […] En el paraíso los árboles más hermosos son aquellos que han pecado más, pero se han servido de sus miserias como los árboles se sirven de estiércol para crecer. En el infierno se encuentran todas las virtudes menos la humildad, en el paraíso se encuentran todos los defectos menos el orgullo».

Saberse amada sin méritos de su parte la llevaba a ser agradecida con Dios y también a amar a todos gratuitamente, especialmente a los más débiles, y a interceder por todos ante el trono del Altísimo con tonos bíblicos: «¡Basta, Dios mío, basta ya! ¡Enternece tu corazón, oh, Dios mío, y escucha los gemidos, mira la desolación! ¡Basta, detente, enternece tu corazón, ten piedad de nosotros! Pues que tú eres bueno, trátanos con misericordia! ¡Ten piedad de los gritos de mis hermanos!»

Su vida y su lenguaje no se pueden comprender aislados de la mentalidad semita en que creció. Su existencia está llena de acontecimientos inexplicables y de gracias sorprendentes, que parecen actualizar las aventuras de los profetas y de otros personajes de la Biblia. El papa Francisco, en la ceremonia de su canonización afirmó que la hermana Mariam, a pesar de ser analfabeta, «supo dar consejo y explicaciones teológicas con extrema claridad, fruto del diálogo continuo con el Espíritu Santo».

Esta biografía fue publicada en francés hace más de cien años, por lo que usa un lenguaje de su época, que en algunos casos nos resulta extraño. Alguno puede preguntarse: entonces, ¿por qué la editan? Porque nos ofrece un testimonio directo de la vida y de las experiencias de santa Mariam Baouardi, ya que el autor (fallecido en 1910) escuchó muchas confidencias suyas durante los años que la acompañó espiritualmente. Lo mismo podemos decir del autor del prólogo de la edición francesa (fallecido en 1906).

Además, este libro recoge escritos de la hermana Mariam y testimonios de otras personas que vivieron con ella o la trataron de cerca, así como las palabras que sus hermanas carmelitas escribían, copiando sus enseñanzas cuando ella estaba en éxtasis, acompañadas por las fechas en los que las pronunciaba. En este sentido, este es un libro fundamental para conocer de primera mano la vida y el pensamiento de nuestra santa palestina. De hecho, es una referencia obligada para todas las biografías que se han escrito después. Por eso nos ha parecido importante darlo a conocer también a los lectores de lengua española.

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