Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 19 de abril de 2018

La resurrección del Señor (4)


En las entradas anteriores hemos explicado el significado de la más antigua confesión cristiana de la resurrección, que afirma que sucedió «al tercer día según las Escrituras» (1Cor 15,4). Hoy hablaremos de la glorificación de Jesús.

El Credo confiesa que Jesús, después de su resurrección, «subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos». 

En nuestros días resultan extrañas las imágenes del «descenso a los infiernos» (al lugar de los muertos) y de la de la «ascensión al cielo» (a la gloria de Dios).

Pero hemos de recordar que, en el Antiguo Testamento, «ascensión», «elevación» y «glorificación» son tres palabras sinónimas para indicar la entronización de un rey, la toma de posesión de su reino. 

Eso es lo que significa que Jesús «subió a los cielos»: el triunfo definitivo del Señor resucitado sobre el pecado y sobre la muerte, el cumplimiento de su misión salvadora, la manifestación de su gloria, su entronización.

Lo mismo podemos decir respecto al sentarse «a la derecha del Padre». Como a la derecha del rey se sentaba el príncipe heredero, esto significa que Jesús comparte el poder y la gloria de Dios. 

Con su ascensión, Cristo desaparece materialmente de nuestra vista, pero tenemos que recordar que su ausencia es solo aparente, porque permanece entre nosotros de una manera nueva, por medio del don del Espíritu Santo y de los sacramentos.

Mañana continuaremos profundizando en el misterio de la resurrección de Cristo y en sus consecuencias para nosotros.

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